Homilia diumenge 8 juliol 2018




Juliol 2018 Diumenge XIV/B 9 

      El profeta Ezequiel nos recuerda hoy que todos somos llamados y enviados a ser profetas. 

       Ser profeta és dejar que Dios hable mediante nuestras personas. Y eso és una llamada a un gran responsabilidad. No podemos oir esta llamada y quedar indiferentes o seguir en la inconciencia o rutina diaria. Llamados a ser profetas incluye, de nuestra parte, reformar nuestra vida y desear que Dios obre en nosotros según su voluntad. 

      En nosotros y entre nosotros hay no pocas cosas que no agradan a Dios. Somos rebeldes o inconscientes a su mensaje de paz, de fraternidad inmediata y universal. Cuando por ejemplo oíamos el viernes pasado, rezando laudes, estas palabras de san Pablo a los cristianos efesios: “Que no salgan de vuestra boca palabras desagradables, sino buenas, que dejen un bien regusto a los que nos oyen, dichas siempre en el momento oportuno y con la intención de hacer el bien… Lejos de vosotros el mal humor, elmal genio, gritos, insultos, injurias y culaquier tipo de maldad, …” nos damos cuenta personalmente y colectivamente que debemos querer cambiar. Que hemos de cambiar. 

      Con el salmo 122 pedimos hoy ser capaces de fijar nuestra mirada en el Señor esperando su misericordia. Esperando que nos perdone y nos acompañe a ser como El quiere que seamos. Y, serlo, nos dice san Pablo, no es fácil. Somos débiles, imperfectos, este anuncio de paz y fraternidad no es acogido ni con ganas y menos con pasión por muchos de nosotros que seguimos con nuestras rutinas diarias. Y es que cambiar de costumbres, de actitudes exige ganas de hacerlo y ejercicio diario. Exige convencimiento y esfuerzo personal. 

      Además, nos faltan medios y personas que de veras quieran comprometerse a favor de este anuncio. Las familias deben ser pioneras en este cambio. Los cristianos debemos optar para hacernos responsables de la educación, de la política, del periodismo, … Y con valentía ser portadores del mensaje del evangelio. 

      A ser profetas, lo estamos llamados todos. Aunque seamos gente sencilla que procedamos de familias sencillas o no creyentes, o no practicantes. Todos debemos desear ser profetas. Personas que rezan y se preparan para ser capaces de curar, de pacificar, de alegrar, de acercar a las personas entre si y a Dios. Pidamos a Dios ser tal como El desea que seamos.